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Hace quince años un hombre tuvo un sueño, el sueño de pasar a la Historia así, con hache mayúscula. Un sueño que lo colocaría a la altura que le correspondía, con los grandes políticos, urbanistas y constructores de la Historia: Vitruvio, el barón Haussmann o, más cerca de nosotros, Carlos III o Pasqual Maragall. Ese hombre era Alberto Ruiz-Gallardón y su sueño pasaba por unas siglas de cuatro letras, los Juegos Olímpicos.
Para llevar a cabo ese sueño, el por entonces alcalde de Madrid y anterior presidente de la Comunidad necesitaba el cemento por toneladas y las tuneladoras por decenas. Con el paso del tiempo también hemos sabido que las comisiones y sobrecostes se contaron por decenas de millones, pero ese es el pequeño peaje que se tiene que pagar por ocupar el puesto que le correspondía en la Historia.
Por esta visión se soterró la M30 por unos 10.200 millones de euros –cerca de un 10% de esta cifra fueron sobrecostes, término bajo el que normalmente se esconden comisiones y otro tipo de pagos a terceros-; la visión que por 294 millones –un pelín más que los 120 millones presupuestados- abrió la Caja Mágica; o la reforma del estadio de la Peineta, que el propio Ayuntamiento cifró en más de 150 millones y por el que el Atlético de Madrid pagó 30 millones hace escasos meses para convertirlo en su nueva sede.

Así, llevados por el fervor olímpico y por el carisma y la influencia del hombre del sueño y antiguo presidente de la Comunidad, muchos alcaldes pujaron por sumarse a esta visión y, quién sabe, ocupar un sitio en la Historia a la diestra del Faraón de Madrid. Y otra cosa no, pero para eso siempre ha estado dispuesto el PP de Móstoles.
Móstoles, hermana pequeña de Madrid
En los municipios del sur de Madrid siempre ha existido una pelea, más o menos abierta pero siempre sin ningún sentido, de disputarse el título de “capital del Sur”. Esta pelea se ha llevado a extremos de no disputarse ya el título de “capital del Sur”, sino directamente el de la capital de la Comunidad, con proyectos del llevar la Asamblea de Madrid y la Presidencia a Getafe, que reclamó en 2006 el que parecía alcalde vitalicio en aquellos, el socialista Pedro Castro.
Esta competición constante fue el caldo de cultivo perfecto para muchos proyectos que se hicieron en los primeros años del nuevo siglo en nuestra zona. Un ejemplo directo y sencillo: si los socialistas impulsaron la creación de la Universidad Carlos III a finales de los 80 en Getafe y Leganés, para que la gestionaran popes socialistas como Peces-Barba, su primer rector, el Partido Popular hizo lo propio en el año 1996 con la Universidad Rey Juan Carlos entre Móstoles, Fuenlabrada y Alcorcón, para que la gestionasen altos cargos del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo.
En ese contexto, la puja olímpica era un nuevo terreno para dirimir la capitalidad del Sur, y para poder generar mayores desequilibrios entre los municipios gestionados por uno de los dos grandes del bipartidismo antes de que el próximo ciclo del turnismo lo hiciese en sentido contrario. Y Móstoles, segunda ciudad por habitantes de la Comunidad y la ciudad más grande después de Madrid, estaba gobernada por Esteban Parro, del Partido Popular, después de décadas de gobierno socialista. Móstoles, por tanto, estaba condenada a ser la ciudad que le enseñase al resto de vecinos del sur el camino del progreso, el camino del siglo XXI.
Así, ya en el año 2003, el Partido Popular de Móstoles llevaba en su programa el compromiso de construir un pabellón de deportes “de primer nivel”, con la mente puesta en el incipiente proyecto olímpico de Madrid sobre el que ya llevaban trabajando años el por entonces presidente de la Comunidad Ruiz-Gallardón con el que sería su predecesor en la Alcaldía, José María Álvarez del Manzano y que en enero de 2003 el Comité Olímpico Español destapó, al presentar la candidatura de Madrid –y no la de Sevilla, que concurrió en los anteriores procesos- como candidata a ser sede de los Juegos Olímpicos de 2012.
El pabellón Andrés Torrejón es el símbolo del fracaso olímpico en la Comunidad y del fracaso de la gestión de un PP que ha dejado la región con decenas de obras inacabadas y servicios públicos maltrechos
El fracaso de un modelo
El pabellón Andrés Torrejón se puede considerar perfectamente el símbolo del fracaso olímpico en la Comunidad de Madrid y el símbolo del fracaso de la gestión de un Partido Popular que, alimentado con el dinero y las comisiones de los años más salvajes de la burbuja inmobiliaria, ha dejado la región con decenas de obras inacabadas y servicios públicos maltrechos. Sin salir de Móstoles podemos hablar del famoso tren que uniría Móstoles con Navalcarnero, que se utilizó como pretexto para la especulación urbanística y el desarrollo de proyectos inmobiliarios en Navalcarnero y alrededores, en los que ahora viven miles de familias desconectadas del resto de la Comunidad por las promesas incumplidas de los populares. Pero eso sí, los millones en los bolsillos de quienes corresponden: púnicos y lezos.

Hoy, quince años después de la declaración de intenciones del PP de Móstoles y de la Comunidad de construir un pabellón deportivo “de primer nivel”, la realidad nos deja el esqueleto de un pabellón deportivo. Eso sí, un esqueleto de primer nivel y 38 millones de euros.
Porque los datos son apabullantes: el primer proyecto que se presentó al Ayuntamiento y aprobó el pleno, en mayo de 2008, era de casi 55 millones de euros. El segundo proyecto, presentado y aprobado en febrero de 2009 fue rebajado hasta los 20 millones, aunque no fue el definitivo: el proyecto final, que contempló un aumento del presupuesto de ejecución material, fue tasado en 26 millones de euros.
Aunque como ha ocurrido con todas las obras del Partido Popular en la Comunidad de Madrid, sea el Metrosur, los Metros Ligeros o la M45, el presupuesto y el gasto no han tenido nada que ver: a día de hoy fuentes del Ayuntamiento calculan que son 38 millones de euros el dinero invertido en el Pabellón Andrés Torrejón, y estiman que aún falta por ejecutar en torno a un 30% del proyecto, que valoran en torno a los seis y ocho millones de euros. Por si fuera poco, estas mismas fuentes cifran en 600.000 euros el coste anual del mantenimiento del pabellón para “mantener sus constantes vitales mínimas”, como ellos mismos dicen.
Porque el pabellón proyectado cuenta con un aforo estimado de 9.500 plazas, lo que sería el segundo mayor de la Comunidad de Madrid tras el Palacio de los Deportes de Goya, superando ligeramente a la Caja Mágica. Un pabellón construido exactamente donde estaba el antiguo, sede el Fútbol Sala Móstoles, uno de los orgullos de la ciudad que, en sus muchas temporadas en la División de Honor del fútbol sala español, nunca logró colgar el cartel de no hay billetes en un pabellón que tenía menos de un tercio de la capacidad de este.
Es decir, un proyecto que se acercará a los 50 millones de euros para una ciudad que no lo quería y no lo necesitaba. Un pabellón que triplica el aforo de un pabellón que nunca se llenó. Un pabellón con el que Esteban Parro quería atraer a “equipos de la ACB”. Un proyecto para alimentar el sueño y el proyecto de un partido, de una élite, que no vivía en la Comunidad que diseñaba y ejecutaba.
El primer proyecto aprobado por el pleno era de 55 millones, el segundo de 20, el tercero y final de 26. A día de hoy van gastados 38 millones
Porque aunque el proyecto estuviera en el programa del año 2003, el primer proyecto se aprobó a finales del año 2008. Recordemos que en julio de 2008 fue la primera vez en la que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero empleó el término crisis. Mientras en el Congreso de los Diputados el por entonces líder de la oposición Mariano Rajoy azotaba incansablemente al presidente socialista por su evasión de la realidad y por no hablar de crisis, sus compañeros en Madrid y en Móstoles estaban adjudicando proyectos millonarios.
Es bastante complicado entender cómo quienes a nivel estatal hablaban y denunciaban la crisis a nivel municipal se comportaban como si no existiese. Concejales actuales del Partido Popular como Mirina Cortés, Alberto Rodríguez de Rivera, Jesús Pato o Mercedes Parrilla, eran parte del equipo de gobierno que aprobó hasta en tres ocasiones distintas este proyecto, todas después del famoso día en el que Zapatero utilizase el término crisis. Así, compañeros del mismo partido que en teoría manejaba datos como para exigirle al gobierno de la nación que reconociese la realidad de la crisis que ya empezaba a azotar el país, votaron hasta tres veces por endeudar a la ciudad en un proyecto innecesario, porque se ve que los diputados no compartieron algunos datos con sus colegas mostoleños.
¿Y ahora qué?
Desde el propio Ayuntamiento reconocen que “sería un suicidio” parar las obras y derribar el proyecto para iniciar otro adaptado a la ciudad, fundamentalmente por los más de 30 millones de euros que ya hay invertidos. Y es un hecho que la ciudad tiene una escasez importante de instalaciones deportivas cubiertas. Así, parece que la solución más probable, y viable económicamente sea la de finalizar el pabellón y buscar más usos además del deportivo, que puedan minimizar la factura mensual del pabellón, aunque no parece que ningún escenario contemplado lo convierta en rentable.
Mientras en el Congreso Mariano Rajoy azotaba a Zapatero por por no hablar de crisis, sus compañeros en Móstoles estaban adjudicando proyectos millonarios
Así que, al igual que ocurre con las obras del tren a Navalcarnero, en el que crearon una necesidad donde no la había, al desplazar a miles de vecinos a una zona incomunicada, este pabellón supuso tirar abajo uno perfectamente útil para la ciudad y crear la necesidad, antes cubierta, de un espacio acondicionado para clubes deportivos de primer nivel como el equipo de fútbol sala femenino, uno de los equipos punteros del país. Es el chantaje habitual con este tipo de proyectos: pararlos supondría un coste político inasumible para el gobierno que hereda el esqueleto y a la vez la ciudad se ha definido en torno a estos proyectos inacabados.
La historia del pabellón Andrés Torrejón no es sólo la historia de la resaca del sueño olímpico de un político megalómano, sino un símbolo de la gestión del Partido Popular en nuestra Comunidad y en nuestra ciudad. Es la historia de un grupo de políticos que vivían de espaldas a sus ciudades, a sus vecinos y vecinas, pero de cara a las comisiones [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]