RIVER VS BOCA: “CIVILIZACIÓN Y BARBARIE”


Las imágenes del autobús de Boca Juniors siendo apedreado por algunos aficionados del equipo River Plate antes de la disputa de la final de la Copa Libertadores de América dieron la vuelta al mundo y provocó que el partido se suspendiera y fuera aplazado finalmente, al estadio Santiago Bernabéu de Madrid.

Estos hechos devolvieron a la opinión pública una famosa frase que titula la obra de uno de los personajes históricos más representativos de Argentina: D.F. Sarmiento: Civilización y Barbarie. En esta obra, el político, militar y expresidente liberal del siglo XIX, universalizó la dicotomía en el enfrentamiento entre centralidad y periferia. Por un lado la centralidad: el mundo civilizado y el progreso, protagonizadas por el liberalismo y la cultura occidental de Reino Unido, Francia y EEUU. En contra posición, la periferia, origen de los males, encarnados por las culturas atrasadas y bárbaras: España -“ese país rezagado de Europa”- , Oriente Medio, Asia y América latina.

Los señalados en su libro eran las poblaciones rurales, la cultura criolla del campo, tradicional e ignorante, y los últimos reductos indígenas del sur, que chocaban contra la construcción liberal y urbanita de Buenos Aires, ilustrada y elegante. Buenos Aires era la ciudad de entrada y salida de las mercancías del país, quien acaparaba la mayoría de la riqueza generada en el campo, donde apenas llegaban los dividendos producidos por la exportación de los productos agrícolas.

Antecedentes históricos

Este conflicto histórico y social tiene que ver mucho con el partido de River- Boca actual, ya que más allá de la repulsa general de los actos violentos,  el boom informativo y el análisis con el que se trató el tema, tanto en Argentina como a nivel mundial, sirvió de pretexto para volver a cargar contra las capas sociales más desfavorecidas. Rápidamente se señaló al tipo de personas causantes del ataque, su origen socioeconómico, y por ende se generalizó la crítica abarcando a los ciudadanos más desfavorecidos, tildándoles de bárbaros, incultos e infames. “Cabecitas negras” es solo una de las expresiones peyorativas más frecuentes para referirse al origen humilde y marginal.

La llegada del fútbol a la Argentina vino acompañada de miles de inmigrantes europeos. Esa inmigración que Sarmiento necesitaba para modernizar al país y sustituir a los salvajes y a los criollos, no fue la que él deseaba. Él profesaba ingleses y alemanes, gente de bien. En cambio, los que llegaron fueron españoles e italianos, más pobres y politizados. La primera huelga del país sudamericano fue organizada por un español en la industria tipográfica. Buscaba mejorar las condiciones laborales. Los primeros sindicatos crecían entre las masas de trabajadores sin derechos en un país hecho a la medida de unos pocos enriquecidos. La primera ley de inmigración no tardó en llegar. Conocida como Ley de Residencia, en 1902 por el senador Miguel Cané, permitía expulsar a cualquier extranjero sin juicio previo.


“esa chusma ultramarina que llega y con malos modales, hace huelgas, pone bombas, mata jefes de policía…seduce a nuestras jóvenes,… y entran a nuestros salones tropezando con los muebles…”.

Miguel Cané, político argentino de finales del s. XIX y principios del s. XX

Buenos Aires creció durante el siglo XX en barriadas y villas donde inmigrantes europeos y migrantes de las provincias trataban de buscarse la vida mientras las políticas sociales fueron paulatinamente medrando (en 1946 se regularon y garantizaron los primeros derechos laborales de los trabajadores), provocando la ausencia del Estado y de políticas sociales en los núcleos más pobres. Fue el fútbol, como catalizador identitario de cada barrio entre gentes desarraigadas, el que sirvió como escape emocional ante las penurias cotidianas, forjando generación tras generación, una suerte de  “religión” ligada a sus respectivos clubes. No se puede entender el fútbol y la pasión que despierta este deporte en Argentina sin entender la evolución social y trágica de millones de personas, que perdieron el tren del progreso proclamado desde el siglo XIX hasta hoy día.

En un país que padece ciclos de crisis cada diez años, con cambios de modelos económicos antagonistas, las políticas neoliberales del último tercio del siglo XX, y en especial, los últimos años del gobierno de Mauricio Macri, han repercutido negativamente en las vidas cotidianas de millones de argentinos que han visto esfumarse 12 años de avances laborales y sociales.  Las clases populares y trabajadoras ven como sus sueldos dejan de valer 4 veces menos de la noche a la mañana por la inflación y miles de familias se han quedado sin ningún ingreso para hacer frente a unos precios que suben sin parar.

Futbol, Barras Bravas y la construcción del chivo expiatorio

El fútbol, y la pertenencia a alguna “barra brava”  (hooligans), se han convertido en la única salida emocional para miles de jóvenes argentinos, y también económica. Las mafias del fútbol  que desde hace décadas han ido tejiendo grupos organizados donde maleantes, dirigentes, jugadores, empresarios, policías y políticos, ofrecen una salida rápida de la miseria, similar a la que evoca la serie de televisión Narcos.  Deslumbrados por “la plata fácil” , son carne de cañón compitiendo por conseguir un puesto dentro de estos carteles del fútbol, que cobran “tasas” de aparcamiento durante los partidos, gestionan las ventas ambulantes de comidas y bebidas en los estadios y “solicitan” participaciones en los salarios y fichajes de jugadores entre algunos ejemplos. Además, estas bandas amplían, colaboran o forman parte de otras redes u organizaciones delictivas dedicadas al narcotráfico, la trata y el secuestro de personas, o la participación en las conocidas patotas sindicales y políticas: grupos de presión en manifestaciones y movilizaciones populares que bailan al sol que más caliente para presionar al “contrario”, al otro, al diferente.

El eterno conflicto señalado en “Civilización y Barbarie” no ha sido tampoco ajeno a la historia del primer mundo. En la actualidad, vemos como los grupos de poder, financieros y  empresariales, tanto en EEUU como en la Unión Europea, utilizan los medios de comunicación para “educar” a sus sociedades en el miedo y en el odio al “otro”, sobretodo dirigido hacia sociedades y grupos de personas no occidentales, más “atrasadas” y menos civilizadas. O bien señalando como violentos e inadaptados a los que luchan por los derechos perdidos.

Tras una de las crisis más importantes que ha sacudido el bienestar y el poder adquisitivo de los ciudadanos y las familias; que ha hipotecado los presupuestos de los Estados más afectados; vemos como van quedando “impunes” mediáticamente la mayoría de las tramas especulativas que originaron la burbuja inmobiliaria mundial. La multitud de redes corruptas descubiertas en diferentes países, en paraísos fiscales, y tramas que implican a partidos y políticos de todos los colores, se ven relegados en los informativos por los nuevos “peligros” a los que se enfrenta la “civilización” : refugiados, inmigración e izquierdistas.

Se ha ido programando la culpabilización en la sociedad, haciéndola responsable de los desvaríos financieros que desde los noventa han ido menguando la renta de las familias con respecto al capital financiero. Se ha  precarizado el sistema laboral, el poder adquisitivo y los derechos sociales de millones de ciudadanos. El gasto social en educación y en sanidad está en recesión mediante políticas públicas que favorecen la participación de empresas privadas en estos sectores, aumentando aún más la brecha entre las distintas rentas. Se está teledirigiendo el “miedo” hacia los “otros”, hacia esa periferia pobre, inculta y maleducada, que nos amenaza con invadir, ocupar nuestros “lugares”, nuestros “trabajos” y agotar “nuestros recursos”. Son las mismas recetas reaccionarias y nacionalistas usadas en la década de 1930 pero renovadas por un statu quo que domina la mayor parte de los medios de comunicación. Se obvia en ellos cualquier tipo de análisis que pusiera en entredicho el sistema económico mundial que ha llevado a la ruina, al desahucio y a la pobreza a muchos ciudadanos (incluso al suicidio a los más desesperados).

Se silencia el drama ocasionado por unos pocos para avivar las llamas del odio en todos. Se criminaliza cualquier tipo de protesta social o laboral como “barbarie”; y se legitima la violencia laboral en aras de la recuperación de unos pocos, los “civilizados”. La libertad de expresión vive uno de los mayores riesgos desde que se declarara como uno de los derechos humanos en 1949. Al estar concentrada en muy pocas manos, el poder de comunicación teledirigido desde unas élites alejadas de la realidad social, anula la capacidad de reflexión colectiva de nuestras sociedades para superar una crisis y reorganizar la vida cotidiana con todas las garantías democráticas. Habrá que ponerse en movimiento, aunque eso implique manchar la moqueta o tropezarse con los muebles.