Quieren que pienses que apostar mola -pero sigue arruinando familias

Una de las 39 casas de apuestas de Móstoles

En los últimos diez años nuestros barrios han cambiado, posiblemente más de lo que habían cambiado en los treinta anteriores. Prueba a bajar a la calle y buscar una cabina telefónica, un kiosko de prensa o un buzón. Y es normal: si lo tienes en el bolsillo, no lo necesitas en la calle o, por lo menos, con la misma urgencia que justificaba que antes en la esquina en la que no había una cabina hubiera un buzón, o viceversa. Existen también otras tendencias producto de la gentrificación, que en Móstoles no están afectando tanto, que han visto cómo las tiendas de ultramarinos han mutado en tiendas de productos orgánicos, en mezclas de cafeterías y librerías con gatos sentados en las mesas o en las ya manidas tiendas de cupcakes y otras referencias al mundo hipster.

No obstante, en paralelo a esta gentrificación, normalmente vista como algo -relativamente- positivo para los barrios, en la periferia de las grandes ciudades y en los barrios más populares en los últimos años han ido proliferando otro tipo de negocios: las casas de apuestas. En el trayecto de la estación de Móstoles Central al Ayuntamiento, que andando no son más de diez minutos -9, dice Google Maps, 800 metros- podemos encontrarnos prácticamente con una decena de estos establecimientos: desde los que están en el Paseo de la Estación hasta las que rodean la plaza del Pradillo, las casas de apuestas -salones de juego, llámense como quieran- se han convertido en parte del paisaje urbano de nuestras ciudades.

Frente a la desaparición de comercios y servicios que han sido cubiertos gracias a las nuevas tecnologías, las casas de apuestas están doblando su presencia, ya que es un sector que también cuenta con decenas de empresas, grandes multinacionales muchas de ellas. Ahora mismo es más fácil bajar a la calle y apostar por un partido de la segunda división de fútbol de la India que mandar una carta por correo postal. Esta comparación puede parecer nostálgica, pero es real.

 

Ahora mismo es más fácil bajar a la calle y apostar por un partido de la segunda división de fútbol de la India que mandar una carta por correo postal

 

Estos locales tienen horarios comerciales como los de los bares, y en muchos de ellos, por no decir en la gran mayoría, cuentan con un servicio de barra como si lo fuera, desde cafés a copas, incluso comidas frías. Docenas de televisiones retransmiten todo tipo de eventos, da igual el deporte o el país: polo, criquet, fútbol por supuesto -la división y el país es lo de menos-. Todo está diseñado para que puedas, para que quieras quedarte. Y lo consiguen: el último informe sobre la Percepción social sobre el juego de azar en España, editado en 2017 por la Universidad Carlos III de Madrid y la Fundación Codere -fundación de una multinacional española del juego de azar- dice que prácticamente se ha doblado el porcentaje de personas que hacen apuestas en persona en este tipo de establecimientos: de un 3,8% de población adulta que acudió a hacer una apuesta en el año 2015 al 5,1% -en torno a 1,8 millones de personas- en 2016.

Además, este mismo informe recoge una tendencia: la mayor parte de jugadores son hombres menores de 45 años, y esta tendencia se intensifi ca en las apuestas deportiva, donde el sector de jóvenes de entre 18 y 25 años es el que más crece, identifi cando por una parte la fácil accesibilidad a través del móvil y otros dispositivos portátiles, así como de la reconversión de los clásicos bingos o salas de juegos en modernos “centros de entretenimiento”.

 

Estas son las 39 salas de juego repartidas por Móstoles. En amarillo, los centros escolares

La imagen del jugador y los menores

Este último aspecto del cambio en la percepción del juego y del jugador que recoge el informe, el cambio del bingo al salón de entretenimiento es también considerado clave por las asociaciones de jugadores rehabilitados. Hemos pasado de la clá- sica imagen del señor metiendo monedas en una tragaperras del bar de toda la vida, o de la imagen decadente de los bingos, a un imaginario más relacionado con la tecnología y la modernidad: ya no se apuesta con la camisa abierta y el palillo en la boca, sino que vamos con vaqueros y americana y lo hacemos desde el móvil, o siguiendo varias pantallas simultáneamente como un broker de la bolsa.

Para este cambio ha sido muy importante la inversión en publicidad de las grandes casas de apuestas, que han asociado con éxito su nombre al de grandes referentes, especialmente para la juventud. Cristiano Ronaldo o Rafa Nadal son o han sido imagen de PokerStars, Betfair es patrocinador del Real Madrid, equipo que por varias temporadas lució el logo de BWin en su pecho. Y también puedes encontrar a reconocidos actores como Roberto Álamo invitándote a probar unas cuotas buenísimas y a duplicar tu inversión inicial, rodeado de gráfi cos generados por ordenador que imitan hologramas, en una imagen casi futurista del negocio.

 

Ya no se apuesta con la camisa abierta y el palillo en la boca, sino que vamos con vaqueros y americana y lo hacemos desde el móvil

 

En pocas palabras, los principales referentes de las generaciones más jóvenes participan en campañas que alimentan el juego, sea presencial u online, en anuncios que pueden aparecer en medio de cualquier partido o retransmisión deportiva, da igual que sea un sábado a las cuatro de la tarde. Del “¡Pepe, un purito!” hemos pasado al “¡Pepe, una apuestita!” y no parece que nadie se haya parado a pensar que una cosa puede ser tan perjudicial como la otra, especialmente para los más jóvenes.

Así, el estudio de los factores de riesgo del trastorno del juego, realizado por la Dirección General de la Ordenación del Juego en el año 2017 cifra en el 36% el porcentaje de personas con problemas relacionados con el juego que empezaron a apostar antes de los 18 años. Pensemos un momento en el mismo trayecto que describíamos antes, de la estación de Móstoles Central al Ayuntamiento: encontramos que las alumnas y alumnos del colegio Beato Simón de Rojas tienen al menos cuatro casas de apuestas a tiro de piedra. Lo mismo que en el colegio Juan Pérez Villaamil, en el barrio de Villafontana, que desde su clase pueden ver el local de apuestas de la calle Nueva York, establecimiento que está en el camino a casa de los cientos de alumnas y alumnos que van a los institutos de la avenida de la ONU -El Cañaveral, Antonio de Nebrija y el Juan Gris-.

La necesidad de regulación

Movido por estos números y la proliferación de estos locales en nuestras ciudades -en Madrid, por ejemplo, detectan un aumento del 140%, más del doble, de este tipo de establecimientos entre 2015 y 2017-, el diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid Emilio Delgado presentó la semana pasada una Proposición No de Ley para instar a la Comunidad de Madrid a reactivar el proyecto de ley sobre el juego en la Comunidad de Madrid. Esta propuesta se aprobó con los votos de todos los grupos, excepto los del Partido Popular.

 

Del “¡Pepe, un purito!” hemos pasado al “¡Pepe, una apuestita!” y no parece que nadie se haya parado a pensar que una cosa puede ser tan perjudicial como la otra

 

Porque aunque la cifra que cita el informe de Codere y la UC3M sobre población en riesgo de caer en la ludopatía y otros trastornos relacionados con el juego es del 0,3% de la población -cerca de 100.000 personas- como personas en riesgo, otros expertos suben esa cifra de riesgo al 2 o 3 por ciento, es decir, lo multiplican por diez. Además, el diputado señalaba en su intervención la necesidad también de establecer otro tipo de medidas reguladoras del sector, como la prohibición de anuncios de apuestas en horario infantil en radio y televisión, la creación de un Consejo del Juego entre administraciones públicas, operadores de juego y afectados, la elaboración de una estrategia para la prevención de la ludopatía, la reglamentación territorial de este tipo de espacios -para evitar situaciones como las descritas: que se junten varios salones en la misma calle, que estén cerca de centros educativos, o cerca de centros de terapia para ludópatas-, así como el establecimiento de una fracción no menor del 1% de la recaudación asociada al juego que se destinaría a los centros de atención de patologías y trastornos relacionados con el juego.