No es país para pensionistas

“La pensión que me ha quedado me da para vivir porque no tengo ningún gasto extra y no tengo que mantener a nadie”. La frase es de Luis Marcos, uno de los pensionistas que, desde hace ya varias semanas, se concentra frente al Ayuntamiento de Móstoles a reclamar una pensión digna. Pero podría ser de cualquiera de los diez millones de personas que en nuestro país cobra una pensión, especialmente de los seis millones de personas que, tras una vida de trabajo, ven como mes a mes la pensión de jubilación a la que contribuyeron durante toda su vida laboral vale menos y menos.

Porque desde hace cinco años, con la reforma introducida por el Partido Popular, las pensiones han subido un 0,25% cada año, mientras que el Índice de Precios al Consumo lo ha hecho en una cantidad bastante superior. Si nos remontamos un poco más atrás, vemos que desde 2008, hace diez años, las pensiones han aumentado aproximadamente un 4,3% de acuerdo a los Presupuestos Generales del Estado, mientras que el IPC en ese mismo periodo ha aumentado un 11%. Y eso, llevado del número a la calle, se traduce en que se nota, y mucho. Ana Ávalos, una de las habituales de la plaza del Ayuntamiento los lunes, también lo nota: “vas a comprar verduras y han subido más que tu pensión. El sueldo llega muchísimo menos, y eso que vivo sola, pero lo noto. Voy a cualquier sitio a por cualquier cosa que tenga que comprar y está inalcanzable”. Pero la subida -o la falta de subida- no explica por sí sola los problemas en el día a día de los pensionistas: la pensión más habitual para los pensionistas españoles se sitúa entre 600 y 650 euros, aunque la pensión media sea de 1072 euros. Esto significa que más del cincuenta por ciento de los pensionistas cobra menos que lo establecido por el Salario Mínimo Interprofesional, que este año está cifrado en 735,9 euros mensuales. La asociación Gestha, conformada por Técnicos e Inspectores de Hacienda, publicaba un informe este marzo en el que calculaba que un tercio de los pensionistas cobran menos de los 8.200 euros anuales que marcan el umbral de la pobreza.

Julio Ventosa, miembro de la Plataforma de Vecinos de Estoril II lo resume perfectamente: “Mi pensión es de miseria, de 800 euros, pero hay pensionistas que están al borde la indigencia, como 400 o 500 euros que no llegan para cubrir las necesidades básicas de cualquier familia. Energía, luz, agua, gas, comunidad, una serie de necesidades que tenemos y que no llegamos ni a cubrirlas”.

 

Hacienda calcula que, desde 2016, uno de cada cuatro euros que entra en los hogares españoles procede de una pensión

 

Ante esta situación, el Gobierno sigue defendiendo su Índice de revalorización, que establece que las pensiones suban como mínimo un 0.25 y como máximo nunca más del IPC más el 0,5%, mientras que la oposición pide eliminarlo para volver a unir las pensiones al Índice de precios. Y la defensa que hace el Gobierno es clara: según ellos, los pensionistas han ganado poder de compra. En palabras de Fátima Báñez, ministra de Empleo, “los pensionistas han ganado un 0,02% de poder de compra y la pérdida en los últimos cuatro años ha sido apenas de una décima”. Según Báñez, “los pensionistas han ganado un 0,02% de poder de compra [de 2007 a 2017] y la pérdida en los últimos cuatro años ha sido apenas de una décima”.

Un cálculo que justifica la ministra en que la tasa media anual acumulada del IPC en esos diez años es del 16,50% mientras que las pensiones han subido el 16,53%, en el mismo periodo. “Cuando llegamos al poder, en 2011, estaban congeladas”, recuerda.

En todo caso, sea cual sea el cálculo, la realidad en la calle es clara: con estas pensiones tienen grandes dificultades para llegar a final de mes y, a día de hoy, en las tiendas no aceptan estadísticas como pago.

 

Varias asociaciones de vecinos locales colaboran en la recogida de firmas de la Mesa por el Blindaje de las Pensiones

Familias pensionistas

La situación se agrava si además la ponemos en el contexto del país. Un país que arrastra más de diez años de crisis económica y destrucción de empleo, en el que los únicos ingresos asegurados que han llegado y llegan mes a mes a millones de hogares han sido las pensiones, más allá de prestaciones por desempleo que se agotan o contratos que caducan antes que la leche que tenemos en el frigorífico. De hecho, Hacienda calcula que, desde 2016, uno de cada cuatro euros que entra en los hogares españoles procede de una pensión.

Manuel Sánchez es presidente de la Asociación de Vecinos de la Princesa, y además de estar cada lunes frente al Ayuntamiento, se le puede encontrar también por las principales plazas y estaciones de la ciudad solicitando fi rmas para apoyar una subida justa de las pensiones. Su caso, como el de miles de pensionistas, es un claro refl ejo de esta situación: “Hasta hace un año y pico una de mis hijas ha estado dependiendo de mí, y esto pasa en muchas familias. Teníamos que sostenerla y vivía de la pensión que yo cobro”.

Acompañando a Manuel en estas recogidas de firmas es fácil encontrar a Antonio Mariscal, presidente Plataforma de Vecinos Estoril II, Asociación que también apoya la convocatoria. Su situación fue similar: en su caso apoyaron a su hijo con los ahorros de su vida para que montase un negocio y pudiese salir a través del autoempleo del paro al que parece condenada una generación de españoles. Y los dos coinciden en que esta situación también es muy difícil para los hijos, que son conscientes de la carga que suponen para la situación de sus padres.

Y estos no son, ni de lejos, los casos más preocupantes. En muchas familias hay personas dependientes o grandes dependientes, que no tienen medios para valerse por sí mismas, y necesitan una atención constante y, a menudo, cuidados complementarios que suelen ser muy caros. Es el caso de Natividad Cortés, que tiene un hijo que depende de ellos, con un grado de discapacidad del 83%. Las ayudas a la dependencia que suma no llegan a 500 euros al mes, y la única pensión que entra en casa es la del marido.

Así, en esa casa, algo que puede parecer tan sencillo o trivial como comprar unas gafas, significa un esfuerzo que se nota en la economía de todo el año. Porque el hijo de Natividad padece una afección por la que necesita unas gafas que cuestan entre 300 y 400 euros, y recuerda que “antes recibía algo por las gafas, pero ahora han quitado todas las ayudas y no hay ningún tipo de ayuda, ¿Qué me queda si le compro unas gafas todos los años?”. Y esto son sólo las gafas.

Pero no es sólo la pérdida de poder adquisitivo y la situación de tener a hijos -dependientes o no- a su cargo con el único ingreso de la pensión, sino que otras medidas del gobierno, como el copago farmacéutico, han provocado que se hayan retirado medicinas de la lista de las subvencionadas por la Seguridad Social y cómo tienen que pagar un porcentaje de las que están cubiertas. Pero para el gobernador del Banco de España, el señor Luis María Linde, estas cuestiones son relativas porque “muchos jubilados tienen casa propia”. Eso sí, el gobernador no detalló cómo tener una casa en propiedad ayuda a que tus hijos e hijas encuentren antes trabajo.

Discriminación en las pensiones

Como es habitual, en cualquier situación lo tienes más complicado si eres mujer, y en las pensiones esto no iba a ser diferente. La brecha en la pensión media, según los cálculos de sindicatos como UGT y USO es de 420 euros entre hombre y mujer: mientras las mujeres cobran de media 768 euros, los hombres cobran 1220 euros. Es decir, las mujeres cobran un 37% menos que los hombres.

 

Las mujeres cobran de media 768 euros, los hombres cobran 1220 euros

 

Una de las causas fundamentales de esta situación es la falta de reconocimiento del trabajo en casa como trabajo, y por tanto la ausencia de cotización genera una desigualdad de base, que es mucho más grave e incide en todas esas mujeres que en nuestro país estuvieron confinadas al trabajo en el hogar y a no poder desarrollar una carrera profesional. Es el caso también de Natividad, que señala que es “jubilada pero no pensionista, porque no he cotizado lo suficiente pese a que estuve como autónoma. El ama de casa como yo, que ha estado toda la vida cuidando a cuatro hijos, no tiene ningún derecho a nada, ni a una pequeña pensión, a nada”.

Esto significa que la mayor parte de las pensiones que cobran las mujeres son pensiones no contributivas, como la pensión de viudedad, que se calcula sobre la pensión del marido fallecido, resultando en, más o menos, la mitad de la pensión que antes entraba en casa. En el caso de Ana Ávalos, reconoce que, el tiempo que su hija no ha dependido de ella, se “las ha arreglado” con la pensión de viudedad. Pero Natividad vive una situación opuesta: “dependo de mi marido y lo que gana es de los dos. Si muriera yo no podría vivir con la pensión que me quedaría”.

Este año la situación va a mejorar un poco, ya que la base reguladora subirá un 3,8% para que llegue al 60% de la pensión del marido en el caso de las mujeres que no perciban otro tipo de pensión o ingresos. Subidas como estas han llevado a la ministra de Trabajo a calificar el proyecto de presupuestos que se discutirá durante este mes de mayo como “los más sociales de la historia”. Ana tiene una opinión diferente: “no nos tenemos que conformar con un 3%, un 3% de 1000 euros imagínate lo que es. Lo que hay que hacer es regular las pensiones, y ponerlas todas con respecto al salario mínimo interprofesional”.

 

Antonio Mariscal: “Si nosotros tenemos razones para pelear por las pensiones, los que vienen detrás tienen más razones porque su futuro es más incierto”

 

Un vecino firma en apoyo del sistema de pensiones frente a la estación de Móstoles Central

El ejemplo de los pensionistas

El acuerdo alcanzado entre el Partido Popular y el Partido Nacionalista Vasco para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el año 2018 está sustentado, entre otros acuerdos, en una subida de las pensiones. Porque este acuerdo no se explica por el reconocimiento espontáneo de ninguno de los dos partidos de la situación dramática que viven los pensionistas, sino por las imágenes de las protestas de la Marea Marrón -denominación que adoptaron las protestas frente a los Ayuntamientos que, como en Móstoles, se realizan el mediodía de todos los lunes-, que en el caso de Bilbao fueron masivas.

En el caso de Móstoles el primer día la plaza se llenó, pero desde entonces el seguimiento de las movilizaciones ha sido irregular. Pese a ello todos los lunes a las 12 de la mañana te vas a poder encontrar con un núcleo irreductible de vecinos y vecinas que siguen recordando a los políticos municipales que están ahí, y que las pensiones siguen sin llegar para cubrir las necesidades básicas. Antonio Mariscal es uno de los habituales y tiene claro que no va a faltar, no sólo por ellos: “los que estamos jubilados nos movemos porque estamos jubilados y nos afecta hoy, pero también lo hacemos por los jóvenes. Si nosotros tenemos razones para pelear por las pensiones, los que vienen detrás tienen más razones porque su futuro es más incierto”.

En este sentido, además, los vecinos y vecinas se están organizando a través de Asociaciones vecinales como las citadas Plataforma de Vecinos de Estoril II o la Asociación de Vecinos de la Princesa, que están recabando firmas poniendo mesas en las principales zonas de la ciudad para tratar de apoyar la lucha por las pensiones que encabeza la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones.