
¿Por qué lo llaman Ocio Nocturno cuando pueden decir Cultura?
Estos meses de crisis sanitaria y social a nivel global, con tantas personas afectadas directa o indirectamente por el virus, con recomendaciones y restricciones generales tan duras para el ser humano como son ponerse mascarilla en casi todas las situaciones vitales que se vivan fuera de casa, mantener una distancia social de 1,5m con las personas con las que no convivas, no tener libertad de movimiento o no poder disfrutar de ocio y cultura en vivo como actividades de mayor riesgo para la salud de la población, me hacen reflexionar sobre los términos de cultura, ocio y nocturnidad, su función y su legitimidad en esta época y en la venidera.
El jueves 17 de Septiembre se celebraron en más de una veintena de ciudades españolas unas importantes movilizaciones de diversos sectores del espectáculo y los eventos, bajo el lema “Alerta Roja, hacemos eventos”. A pesar de la poca difusión y posterior información de lo ocurrido este 17S en los medios de cobertura generalista más consumidos, las movilizaciones fueron un éxito de convocatoria, de realización y de difusión en las redes sociales. Manifestaciones parecidas, con el mismo lema, se han llevado a cabo a lo largo de la mayoría de países afectados por la epidemia del Sars-Cov2 en las últimas semanas de verano. También con un impacto mediático muy discreto para lo que representan para una sociedad, quiero señalar.
Ese mismo día, el ministro de Cultura y Deporte de España, José Manuel Rodríguez Uribe, mantenía una reunión con los consejeros de cultura de las comunidades autónomas y la FEMP (Federación Española de Municipios y Provincias) para abordar la situación crítica del sector de la cultura. De este encuentro declaró que «es muy positivo para intercambiar puntos de vista, diagnósticos y vías de solución» y que hay una «buena disposición» de las comunidades autónomas y de la FEMP en seguir trabajando para favorecer la actividad y la recuperación del sector de la cultura.
En un video resumen de las conclusiones del ministro de un minuto exacto de duración y con música electrónica de fondo, lo primero que el político destaca como acuerdo y diagnóstico compartido con todos los consejeros de cultura es la «la fundamental necesidad de distinguir entre las salas de música, que son espacios culturales, y el ocio nocturno, que son las discotecas, etc.» ¿etcétera? Según ha asegurado su departamento, esta petición tiene el objetivo de «facilitar que estas salas de conciertos, que son equiparables a los cines o al teatro, puedan desarrollar sus actividades con todas las garantías de cultura segura».
El 28 de Septiembre el ministro se ha reunido con la portavoz de “Alerta Roja” y se compromete a mediar entre ministerios y comunidades para atender las reclamaciones de las más de 90 asociaciones que conforman Alerta Roja. Estos hechos me hacen preguntarme ¿Qué es el Ocio? ¿Un lugar o un tipo de actividad? ¿Y el nocturno, solo es nocturno? ¿Las discotecas no son salas de música donde ejercen su legítima actividad músicos, artistas, técnicos y trabajadores de todo tipo para llevar a cabo el espectáculo y se vive la cultura en primera persona? entonces, ¿que son?
Me gustaría empezar por responder qué es el ocio y qué es la cultura. ¿Qué relación hay entre ambas? ¿qué cultura es la buena y cuál la menos buena? y en tiempos de pandemias ¿Es ético querer disfrutar de ocio en tiempos de guerra? ¿Es un deber moral o un derecho social disfrutar del ocio? ¿Y experimentar la viva cultura en directo en una crisis sanitaria tan grave como la actual? ¿o es una auténtica temeridad que debe esperar? ¿A qué debemos esperar?
«El Negocio es la negación del ocio, lo que se hacía por dinero, en la época de los romanos. La moralidad respecto al disfrute del ocio, y más si se hace negocio del ocio, siempre ha estado discutida.»
La palabra Ocio viene de “otium”, que significa “reposo”. El Negocio es la negación del ocio, lo que se hacía por dinero, en la época de los romanos. La moralidad respecto al disfrute del ocio, y más si se hace negocio del ocio, siempre ha estado discutida. Y con una pandemia viral de por medio, donde la salud pública está en juego, ni te cuento. El ocio son las actividades que ejercemos cuando estamos exentos de alguna obligación impuesta o auto-impuesta. Aprovechamos para vivir las experiencias que más placer nos aportan, para relajarnos, para descansar o evadirnos de nuestra rutina laboral, de las obligaciones familiares; incluso se habla de escapar de la realidad ¿o también el ocio es nuestra realidad? Jugar o bailar escuchando música con nuestros hijos por la tarde ¿es una obligación familiar o es ocio vespertino? Porque si jugáramos de noche ya…
Descansar y liberar el stress producto de “las obligaciones” es necesario e intrínseco al ser humano, lo reconocemos así desde los primeros homínidos, ya que esto aumenta la creatividad, la capacidad de aprendizaje y, por ende, cualquier empresa o actividad que ejerzamos aumentara su eficiencia. Se ha descubierto una flauta hecha del cuerno de un mamut con una antigüedad de 43500 años. Se ha demostrado que tocaban melodías hace 43500 años, probablemente hace más. La percusión, el baile y la trascendencia, llevaban mucho más años con nuestros ancestros. Imagínense lo bien que se lo pasaban mientras vivían aventuras entre la vida y la muerte.
En cambio, el término Cultura se refiere al conjunto de bienes materiales y espirituales de un grupo social transmitido de generación en generación a fin de orientar las prácticas individuales y colectivas. Incluye la lengua, los modos de vida, costumbres, tradiciones, hábitos, valores, patrones, herramientas y conocimiento. La función de la cultura es garantizar la supervivencia y facilitar la adaptación de los sujetos en el entorno. Un término tan amplio, se puede clasificar desde varios planos.

La música y el baile corresponden a la cultura inmaterial o espiritual, la que se transmite por tradición oral: el lenguaje, sistema de valores, creencias o leyes. Por ejemplo, la religión o ideología oficial de un Estado (oficializante) o la medicina como área de conocimiento (académica) son cultura. En esta época de priorizar valores y deseos humanos podemos volver a hablar de qué es la alta cultura y la baja cultura (ahora reconocida como cultura pop-ular, la cultura de las masas) de la legitimidad de ambas y si el acceso a ellas debe ser igual para quien quiera o sepa disfrutarla, o no.
La cultura popular (tradiciones folclóricas como el carnaval o las míticas fiestas populares), es la que se comparte y genera identidad de grupo, por ello es la que más se ha visto castigada, son tradiciones mayormente festivas donde la unión física entre personas es parte de la experiencia. La cultura de élite, las bellas artes (“culta»). Es un disfrute mucho más introspectivo donde un solo sonido no acorde ya puede manchar la ejecución artística y el desarrollo de la experiencia.
Con la entrada de los medios de comunicación masivos, los procesos culturales se vieron alterados. De allí han surgido nuevas culturas. Por cultura de masas o cultura masiva se conoce a la cultura que surge a partir de la información divulgada por los medios de comunicación masivos, es decir, a la cultura de consumo. Afecta tanto a la cultura elitista como a la cultura popular.

Se podría elegir como hito del cambio estructural de cultura folclórica a cultura masiva la creación de la banda The Beatles y otros ídolos pop-ulares similares, sus asombrosas ventas de discos y las primeras experiencias de macro conciertos. Hay una clasificación cultural que me interesa especialmente, y es una clasificación según las luchas de poder al interior de una sociedad. Las diferencias entre los sectores de una sociedad generan movimientos de resistencia y/o innovación enfrentados al orden cultural hegemónico. Muchas veces tienen que ver con las diferencias generacionales que se acentúan a la luz de los avances técnicos y científicos.
Dentro de esta categoría reconocemos los conceptos de subcultura y contracultura. Las subculturas serían por ejemplo: los gamers, rockeros, raperos, góticos, clubbers y, las contraculturas, serían (o eran, si es que han alcanzado infectar la curiosa hegemonía cultural): el movimiento hippie, feminismo, ecologismo, animalismo…
Las subculturas y las contraculturas se mezclan y se enriquecen entre ellas para articular sus expresiones públicas y la cultura hegemónica siempre absorbe lo que cree que más representa al sentir general de la población o lo que cree adecuado para perpetuar su dominación cultural sobre una sociedad. No sé si se equivoca esta tal hegemonía, pero no son señores con puro, somos nosotros mismos, nuestros medios de comunicación y redes sociales que ponemos en marcha nosotros, y a la vez, nos informan de nuestro entorno; son nuestras leyes y representantes públicos que intentan regir nuestro comportamiento según nuestros deseos como pueblo. O no.
El ocio se ejerce. La cultura se experimenta, se admira, se siente. Por eso la mayor parte del ocio lo dedicamos a consumir cultura, a imitarla, a crearla y expandirla, enriqueciendo así nuestro espíritu, el trascendental o literario. Pero bien rico. Hablemos del verdadero “patito feo” de toda esta nueva normalidad. El Ocio Nocturno como chivo expiatorio de demasiadas culpas complejas de definir.
¿Ocio Nocturno como locales de copas que actúan solo de noche? ¿Como actividad humana nocturna? ¿Cómo salas de música, pero las nocturnas? ¿Producen cultura o solo dan un servicio de venta de bebidas espirituosas y recreo en su pista de baile o mesas reservadas? Estos locales y espacios multiusos se mueven por la delgada línea entre un servicio de hostelería y un espacio cultural, no actúan solo nocturnamente.
Muchos de ellos sí, a veces como actividad principal, a veces como actividad de fin de semana porque ya no pueden abrir entre semana la mayoría de ellos por falta de público. Desde luego que lo harían y los que pueden lo hacen, además de programar conciertos y otros espectáculos culturales no solo de noche, también por la tarde, por el día para familias… Son locales que, a parte de dar un servicio de barra, dan visibilidad y trabajo a nuevos talentos artísticos, a músicos menos conocidos o a reconocidos artistas en formatos reducidos, acústicos… Y a tantos otros artistas de varias disciplinas..
También generan trabajo para todos los técnicos audiovisuales, ingenieros y creadores, empleados o freelance, que llevan la experiencia hasta el consumidor. Relaciones públicas, camareros, seguridad, limpieza y otros tantos trabajadores forman parte del entramado social lleva a cabo “El Show” en condiciones óptimas para el consumidor y para el entorno. Por ello estos locales y entornos muy diferentes, algunos con actividad hostelera como servicio principal y otros como actividad secundaria, se engloban en un sector industrial por tener necesidades parecidas y un reconocimiento legal adecuado y justo.
Un estudio publicado por David McCandless de «information is beautiful» a partir de la información de más de 500 epidemiólogos y profesionales de la salud citada en medios, y otros estudios parecidos, clasifican las actividades sociales según su peligrosidad de contagio. En color rojo como peligrosidad máxima aparecen prácticamente todas las relacionadas con el disfrute del ocio y el consumo de cultura en vivo, pero es que más allá aún del rojo, como actividad solitaria y extremadamente peligrosa aparece “Clubes nocturnos en espacio cerrado”. Qué feo ser el espacio social más peligroso del mundo ¿no? Supongo que por la tarde o por el día una actividad parecida en un mismo espacio cerrado, la peligrosidad es la misma. Incluso sin música ni baile ¿o el virus descansa de noche? ¿o solo actúa si hay música a alto volumen o ejecutantes produciéndola?

Entiendo pues la llamada a la prudencia para este tipo de actos, pero ¿a qué estamos culpando de la expansión de un virus tan contagioso? ¿a la noche como periodo de ausencia de conocimiento, responsabilidad o amor por los demás? ¿a las personas que están despiertas hasta tarde? Quizás a una actividad humana donde el consumo de alcohol, el desfase y el roce nos parece obvio que son inevitables, ¿acaso no hay personas que lo disfrutaban de maneras muy distintas en pleno 2020?
Llamada a la prudencia, ok. Si es una actividad tan peligrosa para la salud pública y se decreta el cierre total, vale ¿quién quiere morir o ver morir a los suyos? Pero el señalamiento público excesivo y la estigmatización es absurda y no se consigue el objetivo de preservar nuestra salud.
En estos espacios de ocio, no solo nocturno, no solo se sirve alcohol, también tienen lugar las expresiones artísticas más diversas. Las corrientes y contracorrientes culturales más destacadas de la sociedad abierta, despierta y en pleno movimiento. Algunos de estos movimientos culturales impactan de manera tan fuerte y general a la población que alcanzan la hegemonía y forman la identidad de la sociedad del presente y el futuro.
El movimiento LGTBI no podría haber ejercido su libertad y la expansión de su mensaje de no discriminación sin la existencia de estos espacios. Miremos las experiencias en el Chicago de los 80 (donde nació la música House) o en la Ibiza de los 70. En pleno franquismo había un resquicio de libertad y aceptación social único en España, articulado a través de la música, el baile y la fiesta, a cualquier hora, por cierto. Personas libres viviendo un sueño de libertad, igualdad y respeto mutuo. Corrientes culturales luchando por su legítima aceptación social, y de paso, cambiando la hegemonía cultural de una sociedad entera.
«Podríamos hablar del flamenco como identidad nacional indiscutible. A pesar de gustos y opciones personales. Sin los tablaos y la ejecución en vivo no se habría formado una identidad tan fuerte y reconocible.»
Podríamos hablar del flamenco como identidad nacional indiscutible. A pesar de gustos y opciones personales. Sin los tablaos y la ejecución en vivo no se habría formado una identidad tan fuerte y reconocible. Ni se habrían grabado canciones y discos que disfrutar en casa, en la radio, en Spotify, o donde sea. Cómo acercarse a la cultura gitana sin este género musical en el que se han articulado la danza y otras tantas expresiones artísticas.
Géneros musicales vanguardistas como la Música Electrónica de Baile o el Hip-Hop (ambos creados por personas afroamericanas de nacionalidad estadounidense sin conocimiento de composición musical tradicional), que nacieron en las fiestas en casas a través de la destreza de manipuladores de discos como Frankie Knuckles o Dj Kool Herc y se expandieron en estos “espacios de copas”, articularon nuevos movimientos culturales globales que han impactado y cambiado la sociedad y su sensibilidad hasta nuestros días.
Vale, las discotecas no solo venden copas y pueden realizar conciertos y espectáculos culturales “que son mejor vistos por la mayoría”. Si realmente alimentan el espíritu y son necesarios para el desarrollo humano, incluso en tiempos de epidemia, habrá alguna fórmula de que sean espacios seguros para los contagios de virus y bacterias infecciosas, pero ¿y los locales o puros bares de copas pequeños? Esos sí que no tienen justificación alguna, parece. Pero recordemos que en estos locales es donde nacen los nuevos talentos que impactarán la vida de muchas personas, es de donde salió tu artista favorito. El que ahora te levanta el ánimo (palabra que viene de alma) con sus ritmos y melodías o incluso te agita la conciencia y te hace reflexionar y aprender.
He conocido a cientos de dueños de locales de toda condición, y todos sin excepción, me han comentado cómo les gustaría contratar a más artistas, creadores o técnicos para ofrecer un espectáculo, una experiencia ociosa o cultural de calidad. El auge de los cómicos en este tipo de locales señala la oportunidad como espacios para el teatro y también para las actividades familiares con unas condiciones distintas a la noche, por ejemplo. Pero con bajos presupuestos y un público quizás no dispuesto a ello, se les hace imposible.
Cuando tenemos miedo tendemos a dejarnos llevar por clichés y experiencias negativas, como si éstas fueran las únicas vividas. Utilizando la anécdota para generalizar. Ocio, y además nocturno, se convierte en una etiqueta nociva que significa descontrol, peligro y en el imaginario colectivo solo aparece el peor garito de la peor zona con la peor música con la peor gestión y el peor público posible. Es un error de diagnóstico y si se señala desde autoridades y medios de comunicación, genera miedo e irracionalidad y no se resuelve ningún problema de salud y menos pública.
«También observo demasiada generalización y cierto desprecio hacia los profesionales a quienes afectan estos parones totales de actividad y restricciones vitales, económicas y sociales.«
También observo demasiada generalización y cierto desprecio hacia los profesionales a quienes afectan estos parones totales de actividad y restricciones vitales, económicas y sociales. Solemos pensar que sólo afectan a un tipo de empresario rico, sin empatía y putero, de paso; o al artista acaudalado, arrogante y déspota. Cuando no es así en una enorme mayoría, como hemos visto en las movilizaciones, la mayoría de afectados son trabajadores normales, muchos con sueldos bajos y, como no, los artistas más pequeños, mileuristas, y los que están por venir a alegrar nuestras almas. Los grandes empresarios y los artistas más acaudalados y reconocidos, no son los que peor lo van a a pasar este tiempo, como podremos imaginar, es el 99% restante de profesionales y artistas que merecen dignidad y respeto.
Sabiendo de la responsabilidad que tenían ante la sociedad por hacer posible una actividad “tan peligrosa”. Una abrumadora mayoría de espacios adoptaron las medidas higiénicas más estrictas, siguieron las recomendaciones sanitarias e incluso pusieron en marcha otras ideas con tal de garantizar la seguridad de sus clientes en su apertura. Aún así se volvió a decretar su cierre total.
Si es tan peligroso, vale, pero por favor, no estigmaticemos públicamente a unas personas que solo querían ofrecer experiencias buenas a la gente y ganarse la vida honradamente. Y si en este sector hay tantos malos, ayudemos a que ganen “los buenos”. Destrozando los trabajos un sector industrial y la forma de vida de una parte importante de la sociedad solo ganarán más y más malos por mucho más tiempo.

Han habido algunas campañas institucionales de concienciación dirigidas al público más joven que solo se fijaban en un comportamiento determinado en un espacio determinado: conciertos en vivo, festivales musicales, fiestas en discotecas… Con hirientes mensajes como “de la discoteca al crematorio” de la Comunidad de Madrid, “tú eliges tu pulsera” de la Comunidad de Murcia o “Pin, Pan, Fuera. Esto no es un juego” del Gobierno de España.
Siempre acompañados de imágenes por un lado de gente, siempre muy joven, disfrutando (como antes) en un concierto o fiesta en club o en un festival de música y del otro lado una persona intubada sufriendo antes de morir o directamente ataúdes. Parece que se pretende traumatizar a la gente joven para que no tenga ciertos comportamientos como el de bailar juntos, abrazar o besar. Vamos que el objetivo es concienciar a la gente joven a lo gore, y de paso señalan injustamente a unas actividades, mayormente al aire libre en el verano español, que probablemente son dique de contención a esos contagiosos comportamientos sin control y sin higiene generalizada.
¿Las personas mayores de 30 años no bailan juntas, ni se abrazan ni se besan? ¿tampoco beben alcohol? Es lo mismo conducir a 200kmh borracho que escuchar música en un concierto sentado o en discoteca pudiendo bailar únicamente en tu mesa. Si es que te dejaban eso de bailar o levantarte de la mesa. Ya me preguntaré otro día ¿qué se considera bailar? ¿se puede prohibir? Incluso si estás sola y a una distancia suficiente de los demás? Considero que no es intrínseco al ser humano ni legítimo conducir como una máquina de matar en la vía pública como si lo es acercarse, dar la mano o bailar.
«Entonces ¿por qué estas campañas tan agresivas? ¿realmente funcionan para concienciar y salvar vidas?«
Entonces ¿por qué estas campañas tan agresivas? ¿realmente funcionan para concienciar y salvar vidas? En tráfico se ha demostrado que sí, pero, creo que no estamos hablando de tráfico en esta maldita pandemia que ha encarcelado nuestras vidas y comportamientos. Asociaciones de espectáculos en vivo y ocio nocturno hablan de que han cerrado o cerrarán más de la mitad de los espacios (En Madrid se habla de 1800 locales cerrados de los 2600 antes del estado de alarma).
The Guardian publicaba un estudio que hablaba de que un tercio de los artistas no volverán a ejercer su actividad después de esta pandemia ¿Qué hay después? Y hablamos de Reino Unido, el país de la cultura hegemónica en occidente con unos increíbles recursos a disposición de creadores y consumidores de cultura.
También veo con preocupación, como este sector industrial tan afectado como muestran los hechos, se ha aferrado demasiado a su etiqueta profesional para defender su legítima actividad y sus puestos de trabajo. Informando de su peso en el PIB y sus cientos de miles de puestos de trabajos directos e indirectos que penden de un hilo, y por tanto, más familias que pueden sufrir.
«Entiendo que actividades profesionales y necesidades parecidas, tengan que asociarse y reclamar medidas concretas y legislación para su sector.«
Entiendo que actividades profesionales y necesidades parecidas, tengan que asociarse y reclamar medidas concretas y legislación para su sector. Pero creo que, en estos tiempos excepcionales, esto va más allá de una lucha entre epígrafes y diferenciación de unos contra otros. Corremos el riesgo de caer en un “que hay de lo mío” excesivo, con tantos sectores y millones de personas tan afectadas y traumatizadas. Además alimentamos la caricatura con la que se está juzgando socialmente a estas actividades. Está en juego algo mucho más amplio e importante y deseo que todos los ámbitos de la cultura simpaticen entre ellos y se unan más y mejor, para establecer un diálogo social y llegar a un acuerdo político con las autoridades públicas.
Creo que cuando está en juego nuestra forma de vida y parece que la normalidad anterior no va a volver así como así, habría que unirnos mucho más entre sectores y consumidores, y acordar reclamaciones sociales mucho más globales con respecto a varios sectores relacionados con la cultura. De verdad, no pensemos que discriminando una cultura sobre otra, un ocio responsable contra otro que supuestamente no lo es, vamos a solucionar un problema social y de salud pública muy complejo con unas causas y consecuencias tan distintas en varios planos.
Además, no olvidemos que si los pequeños se ahogan y desparecen, el oligopolio empresarial y cultural es más factible. Y ahí sí que pueden crecer los malos y los déspotas. Y sí, la cultura en directo volverá, pero será para quien se la pueda permitir intelectualmente o, sobre todo, económicamente.
«Se están haciendo cada vez más discotecas privadas en casas grandes y mansiones. Reduciendo aforos, restringiendo actividades corremos el riesgo de que los locales de ocio y espacios culturales sean cada vez más excluyentes.«
Se están haciendo cada vez más discotecas privadas en casas grandes y mansiones. Reduciendo aforos, restringiendo actividades corremos el riesgo de que los locales de ocio y espacios culturales sean cada vez más excluyentes. El único filtro efectivo a nivel masivo que conoce nuestro sistema es el precio. A las personas que se lo puedan permitir no les faltará la fiesta, ni el ocio, ni la cultura. Si la cultura debe ser accesible para todos, no vamos por buen camino. Las personas humildes seguirán queriendo disfrutar de ocio, de juntarse para hablar, bailar o cantar. No nos enfrentemos entre unos más parecidos y otros menos parecidos. Colaboremos para componer y ejecutar nuestro presente y nuestro futuro.
Dejemos de discriminar gustos sobre otros, de legitimar la alta cultura sobre la cultura de las clases medias o populares. Dejémoslo para el debate intelectual académico o entre amistades. Pero en época de emergencia ya es hora de que nos unamos como pueblo que quiere disfrutar de una cultura rica, segura y democrática. Establezcamos un diálogo social para acordar qué queremos en este nuevo mundo que inauguramos y cómo lo podemos a conseguir.
Ya basta de falsos dilemas, que comprendo son llevados por la emoción, pero que son falaces y nos llevan a conclusiones erróneas y soluciones que no funcionan para superar nuestro problema de salud pública. No podemos comparar la educación de nuestros hijos con el ocio en un local de copas. Las necesarias y vitales condiciones óptimas de un sistema de salud con la actividad de un cantante mileurista que, mientras provoca emociones preciosas en los demás, expulsa inevitablemente virus y bacterias, no tan bonitas, por su boca.
Cuando se nos presenta un dilema tan crucial e inherente al ser humano como la vida y la muerte. Debemos hacer todo lo posible para proteger las condiciones físicas de la población, pero solo con el alimento para el alma y el espíritu, en sentido trascendental o figurado, que nos aporta cierto ocio y cultura podremos enfrentarnos mucho mejor a la vida. Y a la muerte que nos acecha cada día. Nos enfrentaremos con mayor ánimo, más sabiduría y efectividad.
Este dilema tan científico como moral que se nos ha presentado en estos meses no solo afecta a las culturas hegemónicas, subculturas y contraculturas actuales, ni siquiera a unos sectores industriales y laborales, o a otros, si no que pone en jaque nuestra forma de vida y nuestra forma de entender el mundo y nuestras relaciones sociales. Imaginemos si no va a afectar a nuestra ociosidad y a nuestra manera de entender el consumo de cultura. Tampoco afecta a estos meses de pandemia, creíamos que serían 15 días, o un mes, o dos, o tres, o… ¿Es posible que esta forma de vivir llamada “nueva normalidad” se quede con nosotros para los próximos años o décadas? Cuando vengan otras epidemias o catástrofes naturales ¿Queremos que así sea para preservar nuestra salud? ¿Qué tipo de salud?
Con una situación tan complicada sucediendo y cambiando tan rápido ante nuestros ojos, cuando se te presenta el gran dilema existencial de la vida o la muerte, cuando ese dilema depende de tu comportamiento humano, pero no del comportamiento más irracional o agresivo, si no de uno de los comportamientos y símbolos humanos más bonitos que hay como son la cercanía física como muestra de aceptación y confianza, el coger de la mano, bailar, abrazar, o incluso besar como máxima de la muestra de cariño humana… Típicos comportamientos que se dan mucho en el ocio, en cualquier tipo de ocio.
Depende de si me gusta o no esta cultura. Creía que en las sociedades avanzadas se permitían casi todo tipo de manifestaciones culturales o artísticas. Depende del gusto ¿verdad? ¿Es lo mismo bailar Reggaeton, Punk o Hardcore que matar animales? Bueno, depende del país. No es justo un ensañamiento público y una estigmatización absurda. Si esto es una catástrofe natural, como tal se debe tratar.
Va a haber de nuevo una brecha generacional e ideológica muy importante en esta época con respecto al disfrute del ocio y el consumo de cultura. Una democracia avanzada siempre presumió de respetar y aceptar todo tipo de condición y actividades sociales siempre, en principio, que se atengan al respeto mutuo y a la legislación vigente, pero cuando está en juego la salud pública ¿Quién se atreve a discutirlo? ¿Quién no quiere tener una actitud responsable para no perjudicar a sus seres queridos más vulnerables?
¿Qué debemos hacer con las expresiones culturales que se articulan a través de la música? Sobre todo cuando ésta es experimentada en la fase viva y directa con otros humanos. A través de la música se articulan expresiones como la misma composición y ejecución de la música en formato grabado o en vivo, también se articula la danza o el baile libre, y un espectáculo visual acorde al pulso de la percusión que impactará la vida de un vidente y oyente, quizás, de por vida.
Desde luego es un dilema moral y generacional (no creo que se detenga en esta epidemia ni en este, considerado, fatídico 2020) que merece un poco más de pudor, que una simple generalización, clichés anticuados y miedos basados en suposiciones y prejuicios por parte de la población que consume tal o cual cultura, que prefiere este u otro tipo de ocio.
En un concierto de casi cualquier género la cercanía o el contacto físico es inevitable, a veces, hasta deseable, forma parte de la interacción humana que nos da placer, nos activa cuerpo y mente sin necesidad de energéticas y otros estimulantes o drogas; aumenta nuestras hormonas, generamos serotonina y solemos sonreír, incluso, reír, a veces hasta gritar o cantar apasionadamente ¡Qué felices éramos! Decimos ahora… Que horror ser conscientes de la cantidad de virus y bacterias que expulsamos cuando hacemos este tipo de actos, que son algunos de los que más felicidad nos dan, al menos durante unos momentos. Benditos momentos.
El ocio y la cultura que se consume y se disfruta en casa, como películas, series, juegos y deportes virtuales, siempre tendrán como raíz y como espejo las experiencias humanas vivas. Y sí, suelen ser junto a otros, a veces, bien cerquita. No podemos evitarlo, no somos máquinas. La única manera de compartir energía como seres latentes y reflexivos que somos es cerca los unos de los otros y sin discriminación.
Es bonito tener la oportunidad de culturizarnos en casa, entretenernos online y comunicarnos a tanta distancia de maneras tan distintas. Pero la romantización de las cuarentenas, los confinamientos y la soledad es un privilegio que solo algunos pueden permitirse. Es hora de no mentirnos más ¡Volveremos! ¿A dónde? ¿A qué queremos volver? Cuando este epidemia pase, ¿no serán peor vistos ciertos comportamientos humanos?
¡Qué va a ser de nosotros! ¿Vamos a poder evolucionar como sociedad si no podemos disfrutar del espíritu colectivo que se ejerce en el ocio vivo?
Si pisamos una manguera y el agua sigue corriendo, la manguera reventará. No dejemos que reviente y establezcamos cuanto antes un dialogo maduro entre iguales.