La democracia como modelo exitoso de gestión deportiva

¿Se imaginan un gran club de fútbol que base su gestión deportiva en los principios de la democracia ateniense? ¿creen posible que se puedan ganar títulos poniendo de director deportivo a un sociólogo? ¿se reencarnó Sócrates en un espigado futbolista (o, mejor dicho, fantasista) brasileño? ¿Es Brasil la polis del fútbol? En la siguientes líneas reflexionaremos sobre estos interrogantes, y muchos otros, a través del caso del Corinthians brasileño de inicios de los 80, donde se combinaron los elementos de la democracia directa y del deporte rey dentro del rectángulo de juego (y del rectángulo de los despachos). Esta es la historia de la Democracia Corinthiana desde la perspectiva de las Ciencias Políticas.

Un politólogo antes de un análisis, como un futbolista antes de un partido, debe calentar. Calentar los sentidos es necesario si no queremos sufrir una lesión que, en este caso, nos impida apreciar los detalles. La manera en que lo hace es peculiar pero muy conocida: le pone contexto. Y eso es lo que vamos a hacer. Para poder adentrarnos en la historia que hoy os traemos es necesario retrotraerse al Brasil de 1964. En dicho año se lleva a cabo un golpe de estado contra el gobierno democrático de Joao Goulart, instaurándose un régimen dictatorial que duraría hasta 1985. Los crímenes cometidos por la dictadura militar durante dicho periodo (desapariciones, asesinatos, represión brutal y demás factores ligados a esta forma de gobierno) marcaron toda la historia que exponemos a continuación.

La dictadura militar aprobó una Constitución civil (reformada en 1969) con el fin último de institucionalizarse. Además, junto con dicha Constitución, se aprobaron leyes que coartaban y restringían los derechos y libertades públicas fundamentales (Ley de Seguridad Nacional) o el establecimiento de la Censura Federal (a través de la Ley de Prensa). La elección del Presidente se hacía mediante designación por las dos cámaras que componían el llamado Congreso Nacional, jamás a través del voto popular, y poseía unas atribuciones y competencias desmedidas.

Tras la disolución de todos los partidos políticos, se diseñó un sistema electoral que promovía un bipartidismo forzoso canalizado a través de dos formaciones principales, por un lado, la Alianza Renovadora Nacional como partido donde descansaría la dictadura y, por otro lado, el Movimiento Democrático Brasileño como parte amable del sistema político, es decir, la ilusión de una oposición.

El resultado final arroja, en el periodo entre 1967 y 1979 cinco elecciones parlamentarias, donde la Alianza consiguió mayoría en ambas cámaras en cada una de ellas y, por ende, los cinco presidentes (todos ellos militares) surgen de este partido político.

Figueiredo (último presidente dictadura) con Ronald Reagan el 1 de diciembre de 1982 (fuente: White House Photo Office – Ronald Reagan Presidential Library)

El último Presidente de la dictadura militar, Joao Figueiredo, toma posesión de su cargo en el año 1979 con el claro mandato de ejecutar el proceso de apertura del régimen iniciado en 1974. Ya en los inicios de la década de los 80 el propio régimen militar tenía la clara conciencia de que no se perpetuaría en el poder por mucho tiempo más.

Esto provocó una situación social que hacía proclive a la población iniciar manifestaciones y concentraciones donde tomaron como eje principal la vuelta a la democracia, es decir, se abrió un espacio para la expresión popular y política para exigir el voto. El voto, inmediatamente, se eleva a un nivel sacramental de simbolismo para las clases populares brasileñas de la época que lo convierte en su bandera y lo expresa mediante la siguiente fórmula: queremos votar al Presidente de nuestro país.

Los jugadores del Corinthians reivindicando el voto antes de un partido (fuente www.youtube.com)

A la par que los hechos anteriormente comentados, uno de los clubes más populares de Brasil, el Sport Club Corinthians Paulista, que se encuentra en un momento deportivo nefasto, contrata como director de fútbol a un sociólogo. Adilson Monteiro Alves no tenía mucha idea de fútbol pero llegó dejando claras sus intenciones “ustedes van a decidir lo que ocurra de aquí en adelante”. Al mismo tiempo de la incorporación de Adilson, se juntaban en la plantilla del equipo cuatro de los jugadores más importantes de la historia del club (alguno del país), hablamos de Sócrates, Wladimir, Zenon y Casagrande, entre otros (en la foto). La premisa bajo la cual quería basar la construcción del equipo su nuevo director técnico era el ejercicio de la libertad con responsabilidad, es decir, el autogobierno.

Se hacen necesarios dos apuntes previos que apuntalen nuestra posterior comparación con los principios democráticos (y aristotélicos) que nos ayuden a entender la importancia de los gestos y de los símbolos. En Brasil, el fútbol ocupa una posición superior y privilegiada en la cultura popular, considerando este deporte como una expresión puramente artística y, a sus grandes jugadores, como canalizadores de esa expresión, donde un regate del mejor Ronaldinho puede ser admirado como un cuadro de Picasso.

Es importante tener en cuenta este prisma sacramental del futbol en el imaginario nacional brasileño, culturalmente hablando, para poder encajar los métodos de este sociólogo y del grupo de jugadores que los ejecuta y entender los fundamentos que lo hacen exitoso. El fútbol, por tanto, representa en este país el ejercicio del cuerpo (el aspecto deportivo/atlético del juego) y la mente (la expresión artística del juego, la visión del jugador, el sentido táctico, etc.), elementos clásicos de la educación en la antigua Atenas.

Sócrates y su clásica celebración con el puño en alto (fuente: www.youtube.com democracia em pretto e branco 2014)

El segundo apunte se debe centrar en explicar la figura de Sócrates, conocido popularmente como El Doctor. Sí, licenciado en medicina y futbolista profesional (de los más talentosos de la historia del deporte brasileño). Le debe su nombre a su padre, funcionario público y gran lector, que le puso el del gran filósofo griego (a sus otros hijos los llamó Sófocles y Sóstenes).

La dictadura le llega en su infancia y del golpe de estado militar se deriva un hecho que siempre afirmó que le marcaría para el resto de su vida: ver a su padre quemar todos sus libros (además de la filosofía, ostentaba diferentes obras de carácter socialista y comunista) por miedo a represiones en un momento en el que se estaban iniciando las desapariciones forzosas. Desarrolló el gusto lector de su progenitor y afianzó un carácter intelectual forjado bajo una alta politización que le llevó a hacer un amplio trabajo activista. Un líder nato en el campo y en el grupo, un auténtico animal político en términos aristotélicos.

Hechos los apuntes, pasamos al sistema. Desde hace ya mucho tiempo el fútbol es una cadena jerárquica donde manda un presidente (o junta directiva) generalmente sin mucha idea del deporte pero sí del negocio y un director técnico que ejecuta sobre una plantilla de 25 jugadores que obedece sin rechistar. En palabras de Wladimir “se trata de un sistema autoritario que, además, considero absurdo”. Para superar esta situación, que se daba en el Corinthians, Adilson y Sócrates propusieron algo totalmente novedoso en el mundo del balón: se pasó a votar absolutamente todas las cuestiones relativas a la gestión del club.

A través de los principios de la democracia ateniense de libertad, participación e igualdad se pasó a debatir y consensuar cualquier aspecto deportivo o de gestión, es decir, jugadores, presidente, directivos, entrenador, utilleros y demás miembros del club comenzaron a votar, en igualdad, sobre el designio del presupuesto del equipo, el once inicial, la contratación de técnicos, las concentraciones o la distribución de los ingresos, entre muchísimas otras cuestiones. Los ciudadanos reunidos en Asamblea, una auténtica ekklesía versión vestuario de equipo de fútbol.

La isonomía (igualdad jurídica y política, el pueblo es soberano), la isegoría (el derecho a tomar la palabra en asamblea, fueras pobre o rico) y la parresía (capacidad de hablar libremente) ejecutados mediante intensos debates cuyo resultado final se alcanzaba mediante la herramienta clásica de una persona, un voto. Este importante hecho conjuga de manera fundamental con el momento social que se vive en esos momentos, donde se exige precisamente poder votar de forma directa al Presidente, convirtiéndolo en una potente arma comunicativa de la que se desliga la brillante crítica al idealismo por parte de Aristóteles, cuando afirma que la mejor forma de gobierno será aquella que se adapte a la sociedad en cada momento. 

Mítica pancarta de la torcida del Corinthians “ganar o perder, pero siempre con democracia” (fuente: www.youtube.com democracia em pretto e branco, 2014)

A partir de aquí, acontecen dos hechos primordiales interconectados de manera fundamental. Por un lado, el equipo comenzaba a ganar y, por otro lado, la figura de Sócrates se expandía, crecía y creaba comunidad. Parece ser que siguiendo las ideas aristotélicas de persecución del bien común, poniendo énfasis en la educación cívica mediante la acción virtuosa y el uso de la razón, lograron una armonía (concepto fundamental) en el terreno de juego que los llevó a levantar tres títulos del campeonato paulista del Estado de Sao Paulo, el más importante de carácter estatal en aquellos momentos.

El equipo, al ir conquistando títulos, se fue volviendo más provocativo en sus expresiones públicas, de ahí deriva la pancarta (en la foto) que viajaba por todo el país alzada por sus estrellas, pidiendo democracia en plena dictadura.  A explicar a lo que se dedicó Sócrates hasta el año 84 dedicaremos las próximas líneas.

Mientras conseguían la gloria deportiva, Sócrates ya había cumplido con la primera forma de organización política que propone Aristóteles en su clásico estudio constitucional: la familia. Había logrado formar una familia a través de la implicación en los asuntos de todos los miembros. Para subir al segundo nivel que propone el filósofo, la Aldea (formada por varias familias y que buscan soluciones a problemas comunes), hay que entender la relación que tenía el futbolista con la torcida (la hinchada más fanática y mayoritaria) del equipo.

Sócrates visionaba la grada y veía en ella algo más que aficionados al deporte, los concebía como el pueblo, recurrido constructo científico social creado para darle el sentido explicativo que mejor encaje. Hay un hecho que le define, después de perder un partido contra un equipo de nivel muy inferior, culminando una racha de cuatro derrotas consecutivas, los aficionados esperaron a la salida del estadio a los jugadores para insultarles y apedrearles. 

Después de esos eventos, el equipo cambia su racha y logran varias victorias seguidas, todas y cada una de ellas con goles de nuestro protagonista. No celebró ninguno de aquellos tantos que cambiaron el rumbo del equipo y representantes de la afición acudieron a preguntarle porque no quería sumarse a los festejos por los buenos resultados, fue tajante: las cosas no funcionan así conmigo, no podéis querer apedrearme hace unas semanas y ahora abrazarme. En palabras de su compañero Wladimir “fue el primer futbolista de la historia que comenzó a entrenar a su propia hinchada”.

Los aficionados empezaron a ser pacientes con el juego del equipo hasta que vinieron los éxitos, momento en el que estaban en total comunión con su líder que, recordemos, no dejaba de ser el portavoz de las libertades individuales de todos los que encendían el televisor o pagaban una entrada por verle.

Selección de Brasil de 1982 (fuente: www.youtube.com Football’s Greatest International Teams – Brazil 1982)

El siguiente nivel de organización que proponía Aristóteles era la Polis, único lugar donde el individuo se desarrollaba vitalmente a través de la comunidad. El gran nivel futbolístico de Sócrates le llevó a formar parte de la selección de Brasil que acudió al mundial de España de 1982 (también jugó el de 1986). El fútbol desplegado por aquel equipo quedó marcado a fuego en la mente de todos los aficionados al fútbol del planeta donde, además, en Brasil fue considerado el mejor equipo que han tenido en su combinado nacional a pesar, ojo, de no haber ganado el mundial (y tienen 5).

El mensaje de Sócrates encontró amplificación en sus participaciones con la selección, donde era el capitán, pues hizo de altavoz nacional e internacional. Aprovechando el impacto de aquella selección en el mundo del fútbol, logró un alcance mundial de sus proclamas políticas, sentando la base de un potente movimiento social que se formó poco tiempo después, en 1984, conocido como Directas Ya! (Diretas Ja!) enfocado a pedir elecciones directas a la presidencia del país. Un compromiso político que superó los límites del estadio del Corinthians llegando a convertir al futbolista en un representante de la libertad a nivel nacional, ampliando su comunidad de creyentes y convirtiéndolo en una auténtica Polis, donde Sócrates era el estratego principal de sus hoplitas

Sócrates dando un discurso en una manifestación (fuente: www.youtube.com “Sócrates, o maior símbolo e orgulho do Corinthians / Jogadores históricos)

En 1984 Sócrates lanzó su último órdago. Apostó porque la enmienda Constitucional que presentaba el diputado Dante de Oliveira donde, básicamente, se pedía la realización de elecciones y la vuelta de la democracia, se aprobaría y en caso de no hacerse amenazó con dejar el club brasileño para aceptar una de las muchas y suculentas ofertas que le llegaban del otro lado del charco. La enmienda no se aprobó y Sócrates aceptó una oferta de la Fiorentina italiana, poniendo fin a su carrera en el club de sus amores. Ante la salida de la estrella los dirigentes, ya libres, acabaron con todo rastro de la Democracia Corinthiana y abrazaron el nuevo fútbol-negocio proveniente del continente europeo.

Como bien sabrán, de la democracia se evoluciona a la demagogia, peligro ya advertido por nuestro amigo Aristóteles, que parece no tener fecha de caducidad en sus conclusiones. Al año siguiente de estos hechos se llevaron a cabo unas elecciones indirectas a la presidencia del país, donde venció la oposición democrática al régimen y se finalizó el proceso de transición a la democracia.

A partir de aquí se fortaleció, como ya apuntaba Wladimir, la figura del futbolista alienado, víctima de un supuesto contrato social donde se le otorgan los privilegios con los que todos soñamos a cambio de no poder introducirse en ciertos debates. Decía Falcao, estrella de la selección del 82, que el futbolista muere dos veces, una cuando se retira y otra de verdad. Con esto no estaba de acuerdo Sócrates puesto que él pensaba que era el fútbol el que en todo caso te abandonaría a ti, hecho que se consumó en una pobre carrera en Europa y en una vuelta a la liga su país descafeinada y marcada por las lesiones.

Al dejar el fútbol realizó muchísimos proyectos, como por ejemplo, crear un grupo de música, ya saben, quien canta sus males espanta. El 4 de diciembre de 2011 el gran Sócrates falleció el mismo día que su Corinthians volvía a salir campeón, como no podría ser de otra manera en la vida de alguien especial. Las manifestaciones fueron masivas para despedir al Doctor. Que la tierra te sea leve, amigo.