Incertezas en las alianzas postelectorales

Con el recuento de votos todavía echando humo, es pronto para un análisis de los resultados de las últimas Elecciones Generales que no peque de precipitado. Y más teniendo en cuenta que todos los posibles pactos de gobierno van a esperar a que termine la segunda parte de la batalla electoral. Será después de la triple convocatoria municipal-autonómica y europea del 26 de mayo cuando se clarifique definitivamente el futuro al que apunta nuestro país. Lo que servirá también para evaluar, de modo más justo, el intenso ciclo político que nos ha conducido hasta aquí, con sus luces y sus sombras. La película que nació con la crisis de 2008 y la respuesta ciudadana del 15m, y que ha dado lugar a acontecimientos tan impactantes como el fin del bipartidismo, la abdicación de un Rey o el problema catalán, está a punto de llegar a su desenlace. No será un punto final, porque en política nunca los hay. Pero si se abrirá, sin duda, una nueva etapa. Que obligará a los partidos a posicionarse y repensar su propuesta y sus proyectos.   

Los pactos de Sánchez

Hecha esta puntualización, hay pistas encima de la mesa para especular con el desenlace. El PSOE de Pedro Sánchez, con 123 escaños, sale reforzado. Aunque no ha conseguido un apoyo suficiente como para sacar holgadamente al país de un de empate crispado. Con estos números solo podrá gobernar si al apoyo de Podemos y el PNV se le suma, al menos, el de ERC, sea votando a favor o bien en segunda vuelta absteniéndose.  También dan las cifras para un gobierno con el apoyo de Ciudadanos. Y a pesar de las líneas rojas que los naranjas pusieron durante la campaña, no es descartable que en las próximas semanas veamos movimientos de aproximación y construcción de puentes para conformar, contra toda promesa a los electores de ambos, un gobierno de centroderecha. Y más ante el riesgo de que se repitan viejos escenarios de ingobernabilidad. Sin embargo, este es un buen momento para hacer una apuesta valiente que tienda la mano al independentismo que quiera volver del monte para un nuevo compromiso histórico, a medio siglo vista, que nos permita desbloquear la situación mediante el reconocimiento de la riqueza y diversidad plurinacional de nuestro país.  En cuanto al bloque de derechas, queda alejado de conformar una mayoría de gobierno. Lo que no deja de ser inquietante pues no se trata de un espacio político de derecha civilizada, sino uno tramontano, que ha hecho de la regresión en derechos básicos su razón de ser. Pese a estar por debajo de sus expectativas, la irrupción de Vox con 24 es un síntoma tremendamente preocupante de lo que va a estar en juego durante la próxima década: la misma noción de democracia.

Mención aparte merece el resultado de Unidas Podemos. Que es un resultado muy agridulce. Pasar de 71 a 42  diputados, se mire como se mire, no puede ser celebrado. Y más para un partido político que consiguió movilizar las esperanzas de tantos millones de personas. Aunque hoy este resultado abra la posibilidad de conseguir ministerios, algo que no está asegurado, la pérdida de peso político numérico mermará su influencia real. La misión histórica de Podemos solo podía ser concebible desde un partido que mirara de tu al tu al PSOE con un proyecto de mayorías.  Sin embargo su giro estratégico hacia la izquierda clásica, desde que en Vistalegre 2 perdieron las tesis más transversales de Iñigo Errejón, les ha hecho ir cerrándose para hablar cada vez más solo a los convencidos. Todo parece apuntar a que Unidas Podemos terminará convirtiéndose en una refundación de Izquierda Unida, aunque con un techo más alto.

Y en Móstoles

Mario Gomez

¿Cómo se traducirá este panorama en Móstoles el próximo 26 de mayo? Se dice que las elecciones a los Ayuntamientos son municipales, pero no locales, porque la mayor parte del voto se arrastra desde percepciones nacionales. En una buena parte, esto es cierto. Pero también existe un voto local informado, que siendo un porcentaje pequeño, suele ser el decisivo. Y la situación de Móstoles es peculiar.

En el bloque de la derecha contamos con un PP especialmente descompuesto por sus presuntas implicaciones con las tramas Púnica y Lezo y sus malos resultados en las generales. Pero  Ciudadanos en Móstoles, que podría beneficiarse de ello, es casi inexistente: sin experiencia de gobierno u oposición al no haber conformado grupo municipal en las elecciones de 2015; y en esta precampaña apenas se ha expuesto, fiando todo al valor de la marca. Vox,  que tampoco tiene implantación territorial, es la gran incógnita, el 12% de votos obtenidos en estas elecciones es su techo electoral teórico.

En la izquierda contamos con el gobierno de Noelia Posse, una Alcaldesa no elegida directamente en las urnas, pues accedió al poder tras la renuncia de David Lucas y siendo número 6 de su lista. Tendrá que revalidar el puesto en sus primeras elecciones como candidata. Y aunque el viento nacional sopla a su favor, su año y medio al frente ha generado un fuerte desgaste en temas importantes, como el festival Amanecer Bailando.  A la izquierda del PSOE, Podemos Móstoles no parece tener ninguna propuesta que diferencie su trayectoria de la del partido a nivel nacional, con una candidata casi desconocida que, como Ciudadanos, no se expone y lo está fiando todo a ser una franquicia local.

Sin embargo, la gran diferencia de Móstoles es que la parte fundamental de lo que antes era el espacio político de Podemos, Ganar Móstoles, concurre en coalición con el Más Madrid de Manuela Carmena e Iñigo Errejón.  Se trata además de personas que cuentan con el respaldo de la experiencia de tres años de gestión y cogobierno en el Ayuntamiento en varias concejalías. La gran incógnita está en saber si una opción como Más Madrid-Ganar Móstoles, que quiere mantenerse fiel al proyecto integrador del primer Podemos, y además hablar desde los hechos de gestión, puede mantener vivo un espacio progresista de cambio con un PSOE en apuros y un Podemos convirtiéndose en un remake de la vieja Izquierda Unida. Lo sabremos pronto, en unas elecciones que pintan igualadas, y en las que muy pocos votos pueden ser determinantes.