Creatividad, descentralización, Open source: Móstoles Makers

No son muchas las ocasiones en las que los subalternos, los gregarios, tienen para demostrar su valía. El modo en el que funcionan los sistemas tiende a perpetuar los roles que cada una de las partes tenemos asignadas. Las inercias, físicas o sociales, son una energía poderosa que interviene con una normalidad pasmosa. Pero si esa normalidad se rompe las oportunidades, ocultas a la mirada acostumbrada, destacan como el movimiento en una foto. Hablemos sobre cómo en Móstoles ha surgido una iniciativa creativa en estos momentos de máxima dificultad.

Las pantallas de protección facial han sido su principal caballo de batalla

La crisis sanitaria provocada por el Covid19 ha impactado en el sistema sanitario y productivo madrileño de manera fulgurante. La normalidad lleva en jaque, al menos, desde 2008. Las sucesivas crisis; económicas, sociales, de legitimidad política, de referentes culturales, etcétera, no son una lamentable casualidad histórica, sino manifestaciones de una crisis de carácter sistémico. Veamos soluciones creativas que se han generado para afrontar las dificultades de esta crisis en la que nos ha encontrado completamente impreparados. Es fácil saber a toro pasado lo que debería de hacerse. No es esa la intención de este artículo, sino, analizar, reflexionar y aprender de lo realmente acaecido. Las lecciones no se le imparten al pasado, es él quien las da.

La red de contactos se transforma en espacios de taller y laboratorios. Foto: Alex Galindo

En diciembre de 2019 se identifica en Wuham el virus. Posteriormente el 13 de enero, la OMS identifica el primer caso fuera de China. Una semana más tarde la misma organización internacional sanitaria advierte de los riesgos de una pandemia de dimensiones mundiales. En marzo de 2020 nos encontramos con un escenario de alta propagación del virus, con el sistema sanitario impotente ante la necesidad de cuidados, con un sistema socioeconómico incapaz de afrontar materialmente las nuevas demandas.

Colapso

Este es el fulcro sobre el pivotaremos; las dimensiones mundiales de la pandemia fueron tales que colapsaron la producción mundial de equipos de protección individual y sanitarios. La fotografía junto al avión de mercancías pretende ser la nueva representación del éxito de gestión. Es a la pandemia lo que el pantano al desarrollismo. Ya de forma trágica se reedita con la inauguración de dispensadores de geles en el metro, con tanto de photocall.

Que un sistema de salud y geriátrico público en retirada ha mermado la capacidad de respuesta social al virus es un consenso total; los “popes” ideológicos del liberalismo económico no se plantean si el Estado debe intervenir o no, más bien se debate dónde y cómo debe hacerlo. A nivel social también existe esta cuestión entre la triangulación Estado, Mercado y Sociedad Civil. Esta crisis nos ha llevado a complementar el modelo de activación social tradicionalmente europeo, consistente en grupos de presión que demandan medidas al Estado, con uno más anglosajón en el que la Sociedad Civil pone en marcha por si misma las soluciones, aunque sean de fortuna. Asimilar el “american way of life” a nivel económico, cultural y político se ha traducido en integrar varias de sus formas del repertorio de acción social.

Fotografía de los aplausos frente al Hospital Público de Móstoles

A un Estado en retirada en una situación de crisis le sucede la ocupación de ese espacio por parte de nuevas formas, con todas sus carencias: desregulación, recursos fracturados, falta de capacidad de análisis y evaluación, pero también con algunas ventajas; la agilidad de intervención, la participación y la innovación creativa. Esta nueva forma resignifica el concepto de colaboración público-privada, dejando de ser una relación clientelar entre el Estado y las empresas, para convertirse en una colaboración entre iniciativas sociales y las empresas.

Tratemos de verlo a través de ejemplos ilustrativos sobre la provisión de equipamiento sanitario. La fabricación en los talleres de los hospitales es un ejemplo del sector público puesto en producción. Precarias soluciones improvisadas que empleaban mascarillas de buceo para respiradores o bolsas de basura para batas. No obstante, la investigación sobre tratamientos muestra mucho mejor la potencialidad de este modelo.

La compra de material sanitario en el mercado internacional es la respuesta en sentido inverso; el mercado como proveedor de bienes y servicios. Desabastecimiento, especulación, competición interregional y fraude son palabras que pueden definir lo vivido aquí, pese a la rapidez en servir. Esta decisión de acudir al mercado internacional venía condicionada por un modelo productivo nacional en el que la capacidad de encontrar soluciones, en cantidad y tiempo a igual medida, estaban muy mermadas. Tenemos pocas empresas en grado de afrontar esa encomienda, y no se ha impulsado tampoco el desarrollo de esta vía.

Las iniciativas individuales y colectivas de producción casera de pantallas faciales, mascarillas, batas, entre otros elementos serían esa forma autoproducción desde la sociedad civil. Un ejemplo de comunidad puesta manos a la obra, con altos costes unitarios, carencias de certificación pero con un alto nivel de creatividad y voluntad.

Tomemos como referencia de colaboración público-privada innovadora aquella entre el colectivo de “Makers” de Móstoles, que ya con sus impresoras 3D estaban fabricando pantallas faciales y las empresas que han ayudado a su iniciativa. La particularidad de esta colaboración ha permitido que en su ciudad se hayan fabricado tantas pantallas como en el resto del conjunto de la región.

Además de esta colaboración pública-privada, entendida como sociedad civil activada y apoyada en empresas solidarias, encontramos otra serie de cuestiones de gran interés.

Makers Móstoles: el caso

Desde el cierre de los centros educativos del 11 de marzo y el decreto de Estado de Alarma tres días despues, ante la evidente falta de equipamiento de protección en los hospitales, brotaron iniciativas para imprimir en 3d pantallas faciales protectoras para el personal sanitario. En menos de un mes en el proceso de producción escalaba a una dimensión industrial en Móstoles. La impresión 3D tardaba una media de 2 horas por pantalla, este salto permitió reducir este tiempo a cuestión de segundos.

Las claves de este éxito se encuentran en la relación simbiótica entre una forma de trabajo en red, digital, con sistemas colaborativos de diseño del producto que entronca directamente con el mundo del Código Abierto en los sistemas informáticos y una producción material mecánica, fabril, con máquinas troqueladoras que nos remontan a los años 70, previa a la reconversión industrial. Se diseña en red, se produce en fábrica, se distribuye a través de asociaciones.

Troquelado mecánico de las pantallas Fuente: Alex Galindo

Móstoles, y el sur industrial de Madrid, devenido en las últimas décadas en centro logístico de importaciones, se convierte así en el caldo primigénio donde surgen nuevas especies de iniciativas económicas dispuestas a satisfacer necesidades que el mercado internacional no puede. La “biodiversidad” es clave en este “ecosistema”; existen desde empresas que fabrican respiradores hasta asociaciones de trabajo cooperativo sin ánimo de lucro que elaboran mascarillas higiénicas con capacidad de ser homologadas a cualquier ffp2. Esto involucra a su vez a sectores muy diversos: plástico alimentario, textil, embalajes, asociaciones culturales, comercios… En este “ecosistema económico” impactado por el meteorito del covid han surgido organismos con cerebro 2.0, esqueleto ciudadano, musculatura fabril y alta capacidad sensorial.

El potencial de la “Comarca de la Linea 12” y del movimiento maker se ha dejado ver sin que, por el momento, haya encontrado la mirada atenta de ningún “cazatalentos” que lo sitúe en la agenda social. Tal y como muestran en el portal de transparencia de su web 41.500€ dieron para fabricar 75.000 mil pantallas. Queda la incógnita de cómo evolucionaría el sector industrial y el empleo en el sur de la región si una parte de los 43 millones de euros invertidos en un primer momento en la compra de material a China se hubiese invertido en generar, relocalizar o reconvertir una industria de material sanitario.

Pese a la falta de apoyo político a estas nuevas formas sociales de producción, estas ya se dan y han demostrado parte de su potencial en su adaptabilidad a necesidades imprevistas, una relativa rápida respuesta, la capacidad de recibir y responder a demandas muy específicas y superar las lógicas privativas del mercado con formas solidarias de la sociedad. Los apoyos que podrían recibir a nivel político son múltiples desde apoyo financiero y fiscal, la asociación participada en iniciativas comunes, inclusión en el sistema educativo en sus distintos niveles, etc.

La fundación Once lanzó un cupón en homenaje a la red makers

No obstante, este movimiento va ya generando de forma autónoma su propia institucionalidad: espacios asociativos que son laboratorios creativos, talleres colectivos, formativos y nodos sociales pero también espacios virtuales de trabajo, de comunicación y de puesta en común. La institucionalidad se ha producido, de facto, en el reconocimiento por parte del resto de agentes sociales; hospitales, el Centro Superior de Investigaciones Científicas, asociaciones, empresas, etcétera.

Restauración de ordenadores para prestamos de educación a distancia

El uso práctico que está tomando estas nuevas formas sociales son múltiples desde la producción de material ortopédico de bajo coste o la vuelta a poner en uso recursos obsoletizados o la fabricación de material lúdico o soluciones domésticas, la adaptabilidad es una de sus características por lo que encontrará multitud de aplicaciones. El tiempo determinará la progresión de su modelo en una sociedad en crisis sostenida.