Ángela García

Numerosas son las llamadas de los y las expertas para adoptar hábitos de consumo y vida más sostenibles, como es la reducción de plásticos. Es por ello por lo que cada vez más empresas se suman al carro de la sostenibilidad, pero quizás no de la forma más genuina.
El cambio climático, la sobreexplotación de recursos o el aumento de la contaminación son cuestiones sobre las que la población está cada vez más concienciada. El reciclaje, el consumo de productos locales o productos ecológicos son algunas prácticas que las personas han ido adoptando de una forma más generalizada.
Es por ello por lo que numerosas empresas han empleado lo que se conoce como “greenwashing”. Este término hace referencia una especie de imagen ilusoria por la que una empresa mediante ciertas técnicas de marketing genera un ideario de empresa verde mientras que sus acciones van por otro camino.
Son numerosos los ejemplos de “greenwashing”, McDonald’s es quizás uno de los ejemplos más conocidos. En 2010, esta conocida empresa de comida rápida cambió el color de su logo de rojo a verde para crear una imagen de empresa ecológica cuando la carne que emplea y la soja favorecen la destrucción del Amazonas.

Otro ejemplo de “greenwashing” es el caso de Nestlé que bajo el lema “Chocolates Nestlé, un placer responsable” daba la imagen de ser una compañía respetuosa con el medio ambiente. Sin embargo, una demanda colectiva en 2019, alegó que los granos de cacao de origen sostenible no tenían nada de sostenible ya que su producción está favoreciendo la deforestación masiva de África Occidental. Esta demanda también afirmaba que en las plantaciones de cacao se empleaba trabajo infantil y esclavo.
El plástico es sin lugar a duda uno de los principales problemas medioambientales derivados del consumo humano. La famosa isla de plástico, de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, es uno de los mayores ejemplos visibles de este problema.
Reducir el consumo de plásticos, reciclarlos o eliminar los plásticos de un solo uso son algunas medidas que se están tomando para reducir su impacto. Es por esto por lo que se han desarrollado los famosos bioplásticos.
Los bioplásticos hacen referencia al plástico realizado mediante el empleo de plantas u otros materiales biológicos en lugar de plásticos.
A primera vista los bioplásticos pueden parecer una auténtica revolución sostenible. Reducen la huella de carbono asociada a su producción, no contienen aditivos perjudiciales, suponen un ahorro de energía en su producción, reducen los residuos no biodegradables y no usan petróleo para su fabricación.
Sin embargo, este concepto también entraña varios problemas a los que se ha de hacer frente.
En 2011 un estudio de la Universidad de Pittsburgh (EEUU) mencionaba una serie de problemas medioambientales vinculados al cultivo de plantas para fabricar bioplásticos. Destacando la contaminación generada por el uso de fertilizantes y la necesidad de usar tierra para el cultivo de plantas y materiales biológicos necesarios para su fabricación y no para la producción de alimentos.
Otra problemática consiste en que esta idea de sostenibilidad que evocan, pueden favorecer un consumo de “usar y tirar”, así como favorecer el «greenwashing«. Siendo ejemplo las bolsas reciclables de los supermercados. Estas bolsas continúan utilizando polipropileno, además su calidad y costuras son bajas por lo cual son fácilmente rompibles y su posibilidad de reutilización es baja.

Estas cuestiones sumadas a la eutrofización y acidificación del medio por el cultivo plantas para fabricación de los bioplásticos. Así como al gasto de agua y al empleo de maíz para generar bioplásticos, cuando el 26% de la población no tiene asegurado un plato de comida, muestran como los bioplásticos no son la solución óptima al problema de los plásticos.
Existen alternativas más sostenibles a los plásticos y los bioplásticos como son la caseína, una película láctea, para fabricar envases que mantengan los productos frescos. La caseína es 500 veces más eficaz que el plástico para conservar los productos del oxígeno, es biodegradable y comestible.
Otra alternativa, es el uso de hongos para la fabricación de muebles ligeros, piezas de embalaje o incluso materiales de construcción.